POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACIÓN http://bcnradio.com.ar/
CELIA SARQUÍS (CATAMARCA)
De “Y LE
TIRA LA LENGUA A LA MEMORIA”
Deberías estar aquí
que esta alegría es triste
a pesar del esfuerzo.
Mi vientre crece
y tú no te ríes,
mi ombligo se estira
y tú no puedes verlo.
Madre,
Vuelvo
a ser una niña
que le
teme a lo oscuro
y de tanto pensarte
creo
que te haré nacer de nuevo.
Con la fecundidad
redonda de mi cuerpo
te envolveré
con todas las fuerzas de mi vida.
Sacudo a
baldazos
la noche
para que se
vaya más rápido
y ato en las
puntas de un pañuelo
al viento
así no
estorbe el día.
De entre las
piernas del monte
abiertas
nos saldrá
el sol
y recién
duchado el verde
tendrá algo
de niño.
Yo digo que
es entonces
cuando
descanso
porque
pienso y siento
mientras mis
manos van
hacia las
cenizas
para hacer
de nuevo
el fuego.
Rueda una distancia
entre
mis manos y
las uvas.
Abajo
el mar es
eso que una vez vi
y no
olvidaré nunca.
Yo estoy
acá, en las montañas.
Arriba
el sol nos
estruja
cuchicheándonos
espinas
en los
poros.
Yo estoy
acá,
éste es el
cerco
donde atajo
mi rebaño de locuras.
Soy nómade
todavía de la dicha.
Me voy y
vuelvo
cansina
ya de amarte
en las partidas.
Las uvas,
el vino
chaguado de su pulpa,
rueda a una
distancia lejana
a mis manos.
Soy el fruto
de una flor
que no se
abre.
Pujo hacia
el sol.
Quiero
embriagarme de ese polen,
amarillarme
en las siestas
en las que
el viento es nombrado
dios
por los
niños
y adorado.
Sequía.
El cielo da
otro guascazo
de arena
caliente
y tiemblo.
Sequía.
INFANCIA
Mamboretá
¿dónde está Dios?
La
pregunta lo inmoviliza,
dobla
sus patas señalando el cielo
y
en sus ojos sin pupilas
se
oscurece el desvelo.
Mamboretá
¿dónde está Dios?
Y
el instinto alerta,
aguzado,
lo
eleva sobre sus patas traseras.
Menea la cabeza.
Mamboretá
¿dónde está Dios?
Y
ya es furia la de sus alas
mostrando
los ojos de la no inocencia.
Ya
no juego y sigo sin respuestas.
Pero
otras tantas veces
juego
con los insectos
y
no pregunto.
EL HUECO EN LA
PIEDRA
Toda mujer es un
hueco en la piedra,
mortero donde el
maíz hace su entrega
y el algarrobo
destila su licor de aromas.
Es el hueco en la
piedra paridora
y un círculo de
pujanza
midiendo el sexo
del mundo.
Y toda mujer es un
volcán de quemazones
con lavas de lágrimas
en las rabias.
Es el hueco en la
piedra de los ríos,
relamido por
siglos de torrentes.
Es la cueva
y el fuego
que amanceba
nuestra arisca crudeza.
Y toda mujer es
una puerta
con el aire fresco
abriéndose camino.
Mortero, cueva,
piedra paridora,
volcán, puerta,
vientre de los ríos …
mi madre me dio la
vida,
-herencia
creadora-
en
un hueco
en
el vacío.
Pude
irme,
alquilarle los pasos,
venderla.
Pude
destruirla,
arrancando
las historias de los muros
como
si fueran un empapelado viejo.
Y
hacerla de nuevo
-negarme
el corazón,
inquilina
de la vida-.
Sin
embargo, elegí ser en ella
llena
de escurridizas imágenes
que
se cuelan:
el despertar con el aroma del
mate cocido,
el
gallinero al fondo
y el tiempo de hacer los nidos a las
cluecas,
el
patio impregnado a kerosén en las navidades,
el limonero goteando su
frutal junto a la higuera
y
un fuentón de empanadas
para los domingos de
multiplicados peces.
Esta
casa es una sábana vieja
-rotura
y parche-
pero
cuánto de mí se conserva
que
no pude seguir siendo
sin serla.
TRÍPTICO DE LA TIERNA
FEROCIDAD DE LOS DÍAS
I
Camino en la noche
entre ladridos de perros
atolondrados,
como si mis pasos hicieran
temblar la tierra
o peor aún, como si la tierra
hiciera
atronar los pasos.
Llueve aquí
(hace
días que llueve)
y ya es molesta la humedad en
los zapatos,
en las derrotas,
en la mañana próxima
gris
sin
pájaros.
Llueve -les
digo,
y
los perros se calman.
Hay un pedazo de mi sombra que
no figura en la acera
y se ha ido a acariciarles el
hocico mojado.
II
De esta ciudad recuerdo sus perros
gigantes, obesos,
multiplicándose en las esquinas,
tremendamente mansos.
gigantes, obesos,
multiplicándose en las esquinas,
tremendamente mansos.
Nocturnos perros recorriendo los puestos de comida barata
o entre las blancas botas malolientes de los carniceros
o esperando pacientes las sobras de los platos.
o esperando pacientes las sobras de los platos.
Todos los alimentan,
los carniceros les tiran huesos y grasas,
en la vereda los puesteros los sobrantes de frituras,
en los barrios, las familias, restos de guisos y fideos con salsa.
los carniceros les tiran huesos y grasas,
en la vereda los puesteros los sobrantes de frituras,
en los barrios, las familias, restos de guisos y fideos con salsa.
De esta ciudad recuerdo sus perros obesos.
Todos los alimentan.
Todos los matan.
Todos los matan.
III
Llueve
impiadosamente.
Somos unos perros que han huido de su hogar sin
quererlo,
aturdidos por las bombas de estruendo.
Todo nos asusta.
También la mano que se estira para calmar nuestra temblequera.
Yo quizás le gruña y tú pongas un intento de coraje sobre el lomo
aturdidos por las bombas de estruendo.
Todo nos asusta.
También la mano que se estira para calmar nuestra temblequera.
Yo quizás le gruña y tú pongas un intento de coraje sobre el lomo
en un erizo de pelos.
Somos esos perros ateridos que deambulan por las veredas
Somos esos perros ateridos que deambulan por las veredas
reclamando dueños.
Pero a la noche,
enroscados uno en la soledad del otro,
dándonos un calor que no tenemos,
tal vez reconozcamos el aroma de esa casa,
de ese cariño
y dormidos soñemos que nos pertenecemos.
enroscados uno en la soledad del otro,
dándonos un calor que no tenemos,
tal vez reconozcamos el aroma de esa casa,
de ese cariño
y dormidos soñemos que nos pertenecemos.
Estoy con mis pasiones entre
las manos,
arrancadas
de la sangre,
incontenidas,
como si fueran lombrices
extirpadas de la tierra
yerma
o
podrida.
Estoy, digo, sosteniendo las
pasiones
como lombrices que se escapan
de los dedos
sin saber
detrás
de qué postigo,
en qué
nueva simiente,
debajo
de qué luna creciente
enterrarlas.
algo me dice que es un tiempo
nuevo
y debo
otra
vez
cambiar las máscaras.
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