miércoles, 31 de octubre de 2018

ENTREVISTA A LA POETA CELIA SARQUÍS (CATAMARCA)

ESCUCHA EL AUDIO: https://www.youtube.com/watch?v=QQl6L--cDDg&feature=youtu.be


POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACIÓN http://bcnradio.com.ar/

CELIA SARQUÍS (CATAMARCA)


De “Y LE TIRA LA LENGUA A LA MEMORIA”

Deberías estar aquí
que esta alegría es triste
a pesar del esfuerzo.

Mi vientre crece
y tú no te ríes,
mi ombligo se estira
y tú no puedes verlo.

Madre,
Vuelvo a ser una niña
que le teme a lo oscuro
y de tanto pensarte
creo
que te haré nacer de nuevo.

Con la fecundidad
redonda de mi cuerpo
te envolveré
con todas las fuerzas de mi vida.

  
Sacudo a baldazos
la noche
para que se vaya más rápido
y ato en las puntas de un pañuelo
al viento
así no estorbe el día.

De entre las piernas del monte
abiertas
nos saldrá el sol
y recién duchado el verde
tendrá algo de niño.

Yo digo que es entonces
cuando descanso
porque pienso y siento
mientras mis manos van
hacia las cenizas
para hacer de nuevo
el fuego.


Rueda una distancia entre
mis manos y las uvas.

Abajo
el mar es eso que una vez vi
y no olvidaré nunca.

Yo estoy acá, en las montañas.

Arriba
el sol nos estruja
cuchicheándonos espinas
en los poros.

Yo estoy acá,
éste es el cerco
donde atajo mi rebaño de locuras.

Soy nómade todavía de la dicha.
Me voy y vuelvo
cansina
ya de amarte en las partidas.
Las uvas,
el vino chaguado de su pulpa,
rueda a una distancia lejana
a mis manos.

  
Soy el fruto de una flor
que no se abre.
Pujo hacia el sol.
Quiero embriagarme de ese polen,
amarillarme en las siestas
en las que el viento es nombrado
dios
por los niños
y adorado.

Sequía.
El cielo da otro guascazo
de arena caliente
y tiemblo.

Sequía.

 De “EL HUECO EN LA PIEDRA”

INFANCIA

Mamboretá
                   ¿dónde está Dios?
La pregunta lo inmoviliza,
dobla sus patas señalando el cielo
y en sus ojos sin pupilas
se oscurece el desvelo.
Mamboretá
                   ¿dónde está Dios?
Y el instinto alerta,
                   aguzado,
lo eleva sobre sus patas traseras.
Menea la cabeza.

Mamboretá
¿dónde está Dios?
Y ya es furia la de sus alas
mostrando los ojos de la no inocencia.

Ya no juego y sigo sin respuestas.

Pero otras tantas veces
juego con los insectos
y no pregunto.

EL HUECO EN LA PIEDRA

Toda mujer es un hueco en la piedra,
mortero donde el maíz hace su entrega
y el algarrobo destila su licor de aromas.

Es el hueco en la piedra paridora
y un círculo de pujanza
midiendo el sexo del mundo.

Y toda mujer es un volcán de quemazones
con lavas de lágrimas en las rabias.

Es el hueco en la piedra de los ríos,
relamido por siglos de torrentes.
Es la cueva
y el fuego
que amanceba nuestra arisca crudeza.

Y toda mujer es una puerta
con el aire fresco abriéndose camino.

Mortero, cueva, piedra paridora,
volcán, puerta, vientre de los ríos …
mi madre me dio la vida,
-herencia creadora-

en un hueco
en el vacío.

 LA CASA

Pude irme,
alquilarle los pasos,
venderla.
Pude destruirla,
arrancando las historias de los muros
como si fueran un empapelado viejo.

Y hacerla de nuevo

-negarme el corazón,
inquilina de la vida-.

Sin embargo, elegí ser en ella
llena de escurridizas imágenes
que se cuelan:
el despertar con el aroma del mate cocido,
el gallinero al fondo
y el tiempo de hacer los nidos a las cluecas,
el patio impregnado a kerosén en las navidades,
el limonero goteando su frutal junto a la higuera
y un fuentón de empanadas
para los domingos de multiplicados peces.

Esta casa es una sábana vieja
-rotura y parche-
pero cuánto de mí se conserva
que no pude seguir siendo
sin serla.

 De LA TIERNA FEROCIDAD DE LOS DÍAS (inédito)

TRÍPTICO DE LA TIERNA FEROCIDAD DE LOS DÍAS
I
Camino en la noche
entre ladridos de perros atolondrados,
como si mis pasos hicieran temblar la tierra
o peor aún, como si la tierra hiciera
atronar los pasos.
Llueve aquí
(hace días que llueve)
y ya es molesta la humedad en los zapatos,
en las derrotas,
 en la mañana próxima
gris
sin pájaros.
Llueve -les digo,
y los perros se calman.

Hay un pedazo de mi sombra que no figura en la acera
y se ha ido a acariciarles el hocico mojado.

II
De esta ciudad recuerdo sus perros
gigantes, obesos,
multiplicándose en las esquinas,
tremendamente mansos.

Nocturnos perros recorriendo los puestos de comida barata
o entre las blancas botas malolientes de los carniceros
o esperando pacientes las sobras de los platos.

Todos los alimentan,
los carniceros les tiran huesos y grasas,
en la vereda los puesteros los sobrantes de frituras,
en los barrios, las familias, restos de guisos y fideos con salsa.

De esta ciudad recuerdo sus perros obesos.
Todos los alimentan. 
Todos los matan.
  
III
Llueve impiadosamente.
Somos unos perros que han huido de su hogar sin quererlo, 
aturdidos por las bombas de estruendo.
Todo nos asusta. 
También la mano que se estira para calmar nuestra temblequera.
Yo quizás le gruña y tú pongas un intento de coraje sobre el lomo
en un erizo de pelos.

Somos esos perros ateridos que deambulan por las veredas
reclamando dueños. 

Pero a la noche, 
enroscados uno en la soledad del otro, 
dándonos un calor que no tenemos, 
tal vez reconozcamos el aroma de esa casa, 
de ese cariño
y dormidos soñemos que nos pertenecemos.
  
Estoy con mis pasiones entre las manos,
arrancadas de la sangre,
                      incontenidas,
como si fueran lombrices extirpadas de la tierra
yerma
o podrida.

Estoy, digo, sosteniendo las pasiones
como lombrices que se escapan de los dedos
sin saber
detrás de qué postigo,
en qué nueva simiente,
debajo de qué luna creciente
enterrarlas.
 Alguien,
algo me dice que es un tiempo nuevo
y debo
otra vez
  cambiar las máscaras.






jueves, 18 de octubre de 2018

ENTREVISTA A LA POETA MARY GUERREIRO (BUENOS AIRES)

ESCUCHA EL AUDIO:
https://www.youtube.com/watch?v=V-tyY5gah-c&feature=youtu.be


POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACIÓN http://bcnradio.com.ar/

MARY GUERREIRO (BUENOS AIRES)



POR DONDE LAS NUBES

Cornisa cubierta de guijarros.
Imposible andarla,
sin el ruido de la pisada
Me convence y no vuelo,
pero parece.
Una cortina de álamos y nidos
Oculta el precipicio
                        y me salva.
En el otro lado del sendero,
la montaña,
donde apoyo el cansancio,
la escucha del silencio
                       y el vértigo.

CONTROVERSIA

Silencio
de mi pensamiento.
No te nombro.
te niego,
con el propósito de no amarte.
Apenas evoco tu mirada
para hacerte presencia
           en lo rojo                             
                                     que navega mis venas.

LA OTRA

                                                       Está aquí.
Es la que escribe.
La otra,
la que taladra  el papel
se pierde en el agujero.
Esa, esa que te digo
siempre encuentra,
                                            aún en el abismo,
una gota de tinta
                                           y le apaga la sed

                                                                   a un ruiseñor.

LA CITA

                                                           "Se ha helado el reloj de la torre,
                                                                                    las agujas dejan caer un granizo
                                                                                                    de minutos”   
                                                                                          ( Leopoldo Marechal)
  
    En aquella estación de tren                             desierta
                          transcurría                                 la tarde.
De pronto te vi,
caminabas pasos anchos
                                                                     sobre el puente peatonal.
Te vi.
         Bajabas por las escaleras                  rápido.
Desde lejos te vi.
                      Avanzabas                              hacia el abrazo.
                 Avanzábamos                              hacia el abrazo.
Al unísono como una campanada:          _ Por fin…
  
    Se congeló el tiempo.
                  Las agujas goteaban                 la eternidad.
   Nunca nos movimos.
Aún estamos allí, estatuas invisibles,
          a la espera
                    de que el reloj de la torre
                                              nos deshiele.

 LOS TILOS

Mi conciudadano albañil
no puede olvidar la tala
de árboles de su calle.
                  Vasko Popa

                 Serpientes sedientas de fuego
hunden su ímpetu en busca del centro de la tierra.
Circulan en las entrañas de los troncos
un congreso de venas que deciden
el color
la forma
y el perfume de las flores.
Nubes blancas con pistilos cuelgan de mariposas.
Primaverean el aire.
Arraigan en el cielo.
Se cuelgan del azul, mecen la brisa.
Asombran la vereda,
 vecinos omnipresentes que uno, ni saluda.
El aroma entra por las ventanas.

Okupas de la calle
desapercibidos,
albergan inquilinos en los nidos.
Te entiendo, albañil oprimido.
Los tuyos también eran sólo eso:
árboles,
okupas de la calle,
desapercibidos.
Hoy te atormentan los recuerdos.
Perdiste quién sabe cuántos amores
y tu dolor
                                                                     en los árboles caídos.





                                                               

                                                                       
                                                                                











sábado, 13 de octubre de 2018

ENTREVISTA AL POETA CARLOS ALDAZÁBAL (SALTA)

ESCUCHA EL AUDIO:
 https://www.youtube.com/watch?v=5iTpOML0cDM&feature=youtu.be


POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACIÓN http://bcnradio.com.ar/

CARLOS ALDAZÁBAL (SALTA)


Poemas de Piedra al pecho (Valparaíso, España, 2013)

Hamaca

Es que el misterio empieza con una sacudida,
un shock de sombra que estremece la escandalosa iluminación de la escena.
Otra probabilidad es que se sostenga en un zarpazo,
pero para eso el animal interior no debe estar amaestrado.
Al menos, algo de rugido debe conservar,
algo de toro enfurecido por la sangre.

Cuando digo “misterio” no me refiero solamente a tus ojos
o a la obvia pregunta sobre lo invisible,
salvo que lo invisible sea yo para tus ojos,
y ahí no hablamos de misterio, sino de olvido.

No: por misterio me refiero al estremecimiento, al vaivén,
eso que puede ser vals, aunque no solamente,
eso que puede ser sueño para despertar abrupto,
despertar de sirena, por ejemplo,
pero más de Odiseo que de ambulancia,

aunque para Ulises también hubieran sido misteriosos
esos colores rápidos, desatados al vaivén de la marcha,
al ulular de la luz contra la sombra, de la sombra contra la luz
                                  y viceversa.

¿Y si el misterio no empieza?

Eso es lo inexplicable.

Ni sombra, ni luz, ni animal interior, ni esperanza, ni sangre.

Sólo una calma chicha, sobradamente conocida por otros navegantes,
los que anhelaron el misterio antes que el olvido,
                pero recibieron el olvido,
los que esperaron la gotita de sombra en la luz centelleante,
                pero fueron encandilados por el sol:
atados a su mástil, aguardando sus sirenas sin la suerte del griego,
mientras el mar los ahogaba, sin hamacarlos nunca.

Guacamayo

Tu máscara está pintada como un guacamayo:
eso te hace hablar más de la cuenta, y ese murmullo,
atrapado en la máscara, suele ser encantador.

A veces tu máscara alucina en la noche
como una balada irresistible entonada por hadas.
Otras veces, la presión del rojo la lleva a irradiar
un aire de vergüenza: es cuando yo acepto taparme la cara
con una bolsita de cartón, de ojos pintados y boca sonriente,
ideal para andar por una avenida transitada
sin ser percibido.

Sé que querés, pero yo no me atrevo a prestarte un espejo.
La ilusión es tan buena que aterra lo real,
como bien lo señala el verde de tu máscara.

Lo único que podría alterar tu escondite
es que tu máscara deje de ser máscara
para ser guacamayo. Y ahí te quiero ver:

vos sin máscara con una bolsita de cartón tapándote la cara,
paseando por la avenida con un guacamayo al hombro:
un aterrador efecto de realidad.

Pero por ahora tu guacamayo sigue siendo máscara
y te protege, incluso cuando caminás con ojos enamorados
y todas las bolsitas de cartón de la avenida
                                                se dan vuelta para señalarte.

Esto es cosa sabida:

no basta un arco iris para tapar las nubes
ni una bolsita de cartón para morir
                           con la sonrisa en la boca.

Por ahora tu guacamayo es tu máscara,
                                 y basta esa certeza.

Eso que fuimos, que seremos

Empiezo por los ravioles:
entonces se hacían los pactos de familia,
los acertijos de mortero
que luego sazonarían las salsas.

La pimienta significaba un estornudo,
y estornudar una plataforma de lanzamiento.

Pero no hace falta llegar a la estratósfera
para saber cuándo empieza otra esperanza,
parecida al ayer pero en futuro.

Es que evoco de nuevo esa molienda,
aquel acto de fe, aquel almuerzo,
cuando los pactos cruzaban Orinocos
                                            ríos de salsa.

Pronto volverás, abuela,
a preparar los ravioles,
moliendo el mismo trigo
                  en el mortero.

Ahí estaré, carne de tus huesos,
cayendo en tobogán al precipicio
donde estarán tus manos para arroparme:

harina entre tus dedos,
satisfecho y feliz de ser servido
en la mesa final donde todo es memoria.

Kandinsky

La cuestión aquí es la despedida:
un pañuelito que se agita despacio
y una acequia por las mejillas.

Toda despedida es un pequeño luto,
como el negro de tu falda
o aquella tarde de domingo a la luz de la lluvia.

Algo de nostalgia también hay:
no por el pasado, sino por el futuro,
camino perdido entre malezas,
profecía que nunca ha de cumplirse.

Luego está la canción,
sea grillo, vals o chacarera,
candombe, acordeón o pajarito:

ruido impertinente que suena en el cerebro
sin que nadie lo llame,
justo cuando el pañuelo se agita
y las acequias desbordan
la lluvia, tu falda y el domingo.

La canción:

línea de fuga a lo Kandinsky
que pretende elaborar sus teorías
trazando una espiral:

punto en expansión por donde escapa el tiempo. 

Vendaval

La prudencia se pierde con la lluvia.

Ni siquiera un paraguas me cubría
y no existió el amor por esas horas.

Fue pura cerrazón lo que dio el cielo,
pura lánguida voz, puro estoicismo,
pura razón sin crítica ni agarre.

Hubo un alero gris, pero no quise.

También se vio un zaguán,
pero tampoco entramos.
En esa distracción quedó perdida.

Ya las gotas no daban con su forma,
ya su canción de ahogada me aturdía,
ya sus velos de musa me obligaban a oscuro,
y el puro tiritar no nos fue suficiente.

La prudencia se pierde con la lluvia.

¿De qué sirven lamentos que no salvan?

Si no regresa el sol continuará extraviada,
y extraviados los dos seremos polvo,
partículas de polvo disfrazadas de agua,
gotas de un vendaval que no termina.

Tigre

Felino sí.
Probablemente puma o simple gato:
la madera tallada no transmite verdades
y a un tigre de madera no se le ven dibujos.

Faltaría un pintor, alguien que con minucia
le decore el hocico, las patas, los costados,
para que la madera forme al tigre,
espejismo de rayas, pura voluntad de artesanía.

Luego sí, vendrá algún domador hecho de plomo:
acercará la silla, y al oído del tigre
escupirá verdades hasta formar la jaula.
Con un poco de alambre cubierto de algodones
construirá un gran aro para que el tigre salte
y el fuego lo consuma, como consume el fuego la madera.

¿Y si el tigre le ruge? ¿y si el tigre no salta?
¿si la silla se rompe y el domador tropieza?
¿y si el fuego perdona los colores del tigre
y se encarga del plomo y lo convierte en río,
y el tigre va y se baña, como hacen los tigres
que no son de madera, y se queda sin jaula?

¿Entonces se sabrán los dibujos del tigre?

¿O será por el agua, su devenir, sus ríos,
   que Heráclito hablará de las certezas?


Epitafio

¿Cómo resucita el carnaval después de la cuaresma?
¿Cómo se sostiene el alma en equilibrio?
¿Cómo se sacude los embates del miedo?

Contrapunto al tango:
miren el cartel que señala la ruta,
el camino al embrión, a lo oscuro, lo frío,
                                 a la misma placenta.

Otra vez a remar, ya sin corriente,
sin ningún empujón hacia la orilla,
puras manos perversas empujando hacia abajo.

¿Cuándo resucita el carnaval?

Fuimos felices en la casa del sueño,
todos reunidos nos pensamos posibles
y las horas pasaban tranquilas, complacientes.

Fuimos valientes en el sol de la siesta,
bajo un resplandor sutil, esperanzado,
que no tardó en opacarse.

Entonces fue la noche,
la certeza de un dios impiadoso
cumpliendo su venganza:

las sombras se agigantaron;

por el cielo, un jinete del apocalipsis
ataba un cadáver a su carro triunfal.

Todos lloramos, abrazados y frágiles,
                             en nuestro velatorio,
y al llegar al entierro ya no sentimos nada.

Así escribimos nuestro epitafio:

estamos esperando
el momento del átomo,
la revancha final,
el gran desquite.


Lo que alivia el rencor

Sólo que la muerte no era la muerte:
era una hinchazón abultada en el cuello
que a cada bocanada decantaba en esquirla.
No había aire sino espesura con forma de polvo,
un labio apretado por el rencor y el tiempo.

El que no aparecía en este relato
era el sublime momento de la palabra justa,
el instante preciso de la redención,
donde la esquirla rebota
y el odio se diluye en la limpidez del cielo.

No aparecía, y la vejez venía apabullando,
y la mirada se oscurecía por el polvo
y el rencor no cejaba en su estridencia.

Hasta que brotó el río.

No era palabra sino agua,
un poco enturbiada por el barro, eso sí,
pero lo suficientemente cristalina
para lavar lo rojo.

Y la muerte seguía sin ser muerte,
pero tampoco esquirla,
ni hinchazón abultada por lo triste.

Era fluir, trepar por la corriente,
llegar a la desembocadura del origen
para dormir tranquilo, apaciguado,
listo para volver, para nacer de nuevo.


Pasaporte

No sería esta carta el único motivo:
los coleópteros vuelan hasta donde pueden
y si la noche cae en emboscada
no es indignidad entregarse en sus brazos.

Hablo de una carta como excusa,
lo que justifica el sello del fracaso,
una pregunta por la irrealidad de las fronteras.

Hoy que las cartas sólo son pasaportes
rememoro el momento de la firma,
cuando alguien creía en las pisadas,
en los tramos difíciles convertidos en polvo.

Y el polvo era de arena movediza
y las pisadas débiles gateos
y la firma un arrebato de temblor.

En el zaguán que adorna la frontera
hay plomo que mira desde los uniformes,
para que acepte la suerte que me toca.
Y esta carta que tengo no me sirve:

hace mucho que porta mi cadáver,
coleóptero pueril que se ha perdido
sin llegar a su flor, a su alimento

Escuchando a Lou Reed

La canción de las cenizas
desgarra el aire con sus lamentos:
prédica de lo que será, de lo que fuimos.

Afino la sintonía
y la cortina que disimula la nitidez
se desvanece para sacarnos una foto:
vos con tu manía de lo verdadero,
yo con la imaginación de una vejez perfecta.

Cuando la canción de las cenizas se calle
todo volverá a su anestesia,
ilusión de eternidad, espejismo de lo durable.

Pero la canción de las cenizas volverá a sonar
               para acunarnos.

Confundidos en sus notas,
esparcidos en un mar a cuya orilla
arderá la hoguera de unos huesos
                  parecidos a nosotros.