lunes, 23 de julio de 2018

ENTREVISTA A LA POETA ESTELA ZANLUNGO (BUENOS AIRES)

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https://www.youtube.com/watch?v=u-Pmw3lX1F8&feature=youtu.be



POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION http://bcnradio.com.ar/

ESTELA ZANLUNGO (BUENOS AIRES)


Mordaza

La idea de esos años felices
se va cubriendo por delante con una tela sepia,
un lienzo transparente
como el recuerdo de otra vida.

Ahora ni una brizna de pasto
ni espiga o vaquita de santo.
Del horizonte viene una arena y un viento
que  la empuja bajo las puertas.

Aún así,
han vuelto las mujeres a desplegar los trapos
de par en par postigos y persianas
meta cepillo y balde,
a ver si el agua logra llevarse el maleficio.

Algunos nos lanzamos desesperadamente
como gatos con sed sobre la tierra yerma
los ombligos al cielo.

Se deshace en el aire una bruma amarilla.

Preguntamos    

¿Alguien sabe qué será de la vida de Santiago,
si anoche durmió bien,
dónde pasó la tarde,
en quién pensó mientras trataba de cruzar el río,
si tiene un par de medias secas para cambiarse?

¿Alguien lo vio volver a casa,
prender el fuego para entrar en calor, llenar
la pava a la mitad,
tirar la yerba de ayer en una bolsa?

Dice mi madre que no hay nada peor
que irse a dormir con los pies fríos.

Mamá,
un hombre solo frente a un ejército
está desnudo para siempre.

Corderos

Todos los días me despierto pensando
en escribir sencillamente,
como quien pone a hervir una manzana en un una ollita,
un poema que explique qué está pasando afuera.

Me digo: la poesía no está
obligada a esclarecer
por qué se muere de un invierno tan lento
en una tierra de lombrices
profundas ni a consentir la idea
de que puertas adentro estamos bien.

El aire se está volviendo irrespirable
aunque pronto lo entibie el
cambio de estación
y falta un tiempo difícil de medir 
para entender si se espera de nosotros
una prueba de amor
que exige ofrecerse a los lobos
por el cuello.

Septiembre

El poema decía que el cambio de estación
entibiaría el aire.
Debe ser cierto, porque el gato de enfrente
viene temprano a chuparse una
astilla de luz en la esquina del patio.

Yo tengo tiempo para mirar
al gato que se lame la punta de la pata
y se da vuelta cada tanto en este
cuadradito del vidrio
que me revela cosas inasibles.

De ser verdad,
si el gato vuelve mañana y repite el ritual de estirarse
para que yo lo mire,
pronto estaré cambiando la lana en el placard
por vestidos floreados y sandalias.

En Buenos Aires a estas horas
a uno también le dan ganas de asolearse
como si aquí no hubiese sido necesario salir
a preguntar, que digan qué le hicieron
 y todo fuese mudar a los estantes altos ropa de abrigo,
como si se pudiese poner un pibe al sol                                                       
y revivirlo y decirle a la madre
aquí lo tiene, señora,
no estaba muerto:
sólo esperaba que fuese primavera
para cruzar el río.

Intemperie  

Un animal perdido
fuerte y hermoso como un adolescente
deambula por mi calle.
Debe haberse alejado de casa persiguiendo
quién sabe qué.

Pasó la noche enfrente bajo un alero
hecho un ovillo. Le pegaba la lluvia de costado;
diría mi madre una noche de perros.
Lo vi descalza, con la gata enredada en los pies,
me levanté  a poner traba a los postigos que
no paraban de batirse contra el marco.

Hace un rato espié por la cortina:
se rascaba con ganas,
se sacudía  los restos de humedad,
el sol se le instalaba en el centro del pescuezo.

Ahora cada tanto se va detrás de uno que pasa,
da vueltas en redondo y
se sienta después como esperando que vengan a buscarlo.

Seguro que alguien anda poniendo carteles
en el barrio.

¿A quién podría molestarle
que saliéramos todos a preguntar si ha sido visto?
No se trata de un animal abandonado:
sólo se fue hace un tiempo incierto
 y se extravió en el camino de la vuelta.

Quién te dice mañana encuentre una señal
y siga la ruta de su olfato.

Por las dudas, que siempre quede
una luz encendida.

Bajo control
                                             
Se está incendiando el bosque.
                                              
En algún sitio hay humo pero lejos,
aquí las mujeres llevan hijos de la mano
esperan antes de cruzar,
y los miran perderse en el patio de la escuela.

Mi vecina baldea la vereda temprano,
deja correr un poco el agua
como queriendo mantener a salvo este rincón.

Alguien se ríe fuerte en una radio
todos se ríen fuerte,
se enciman en la risa de un modo desquiciado
para que no se escuche la estampida
de los que todavía creen que se puede escapar.

Porque todos sabemos que el bosque está incendiándose
y sin embargo la mañana baja amarilla
sobre los fresnos.

Ahora que llega el tren en llamas hay que
tener cuidado y no dejarse confundir
por el sonido familiar que pita y pide paso
como si nada,
cada muerto concentrado en lo suyo.


Todos los poemas pertenecen a Los días del buitre,
Ediciones La mariposa y la iguana (2018)

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