https://www.youtube.com/watch?v=womKbyzIW0c
POETAS ARGENTINOS - ENTREVISTA: CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCN RADIO. LOS MIÉRCOLES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACIÓN
http://bcnradio.com.ar/
FEDERICO BAGGINI (CABA)
Otneimican
De vez en vez
hay quien congrega las hebras
entre los mástiles y los arboles
(también las sombras
de algún que otro jacaranda)
y lleva consigo una ladera empinada
aunque profunda
Testimonios involuntarios
la voz de aquellas que afirman
haber visto al infinito secándose el sudor
de la pupila.
Testigos que se ponen de pie
pocas veces dan crédito a su suerte
y solo revindican el rocío,
en cada madrugada,
sino en repudio al salar
Oir eso,
sin echarse a boca abajo
crepita la tierra dentro del cielo
No hay estanterías en la pureza
del linaje
El monte alcanza la edad suficiente
entre la balanza y la pavura
Le cierra la puerta en las fauces
a quien anda con pie de latón
Antes bien,
el salto en medio de los primeros pasos.
El labio no está aún a la altura de la casualidad.
hay quien congrega las hebras
entre los mástiles y los arboles
(también las sombras
de algún que otro jacaranda)
y lleva consigo una ladera empinada
aunque profunda
Testimonios involuntarios
la voz de aquellas que afirman
haber visto al infinito secándose el sudor
de la pupila.
Testigos que se ponen de pie
pocas veces dan crédito a su suerte
y solo revindican el rocío,
en cada madrugada,
sino en repudio al salar
Oir eso,
sin echarse a boca abajo
crepita la tierra dentro del cielo
No hay estanterías en la pureza
del linaje
El monte alcanza la edad suficiente
entre la balanza y la pavura
Le cierra la puerta en las fauces
a quien anda con pie de latón
Antes bien,
el salto en medio de los primeros pasos.
El labio no está aún a la altura de la casualidad.
Lirba
Vuelve.
Es tiempo de llegar.
Inercia en los brazos cruzados.
La piel tendida hacia la espesura.
El humo lustra los zapatos.
Una astilla se desprende del dintel
cuando el sol entra por las ventanas del repique.
La soledad es un esquema del aire
apartado a la vera del camino.
Oscila sin proporciones.
Otra monotonía que,
invertebrada,
recubre los cementerios.
Esto de las inclinaciones
esto del tan siquiera
tal vez allá, junto a los muros
ya por fuera del laberinto
se cierne algo aún más consecuente
que la melaza y el grotesco.
En tanto haya trayectoria
(cabellos blancuzcos o algo por sofocar)
no habrá vidrio
ni tejido
que estrangule los márgenes del agua.
Es tiempo de llegar.
Inercia en los brazos cruzados.
La piel tendida hacia la espesura.
El humo lustra los zapatos.
Una astilla se desprende del dintel
cuando el sol entra por las ventanas del repique.
La soledad es un esquema del aire
apartado a la vera del camino.
Oscila sin proporciones.
Otra monotonía que,
invertebrada,
recubre los cementerios.
Esto de las inclinaciones
esto del tan siquiera
tal vez allá, junto a los muros
ya por fuera del laberinto
se cierne algo aún más consecuente
que la melaza y el grotesco.
En tanto haya trayectoria
(cabellos blancuzcos o algo por sofocar)
no habrá vidrio
ni tejido
que estrangule los márgenes del agua.
Oinuj
Las calles adolecen
lo desdicho se bifurca
aguacero de pulmón
nausea de metal
el entramado que desdobla
cuándo dónde desde
Los labios se apilan en tantas urnas de cristal
y los parpados peregrinan los senderos de la savia
Después,
el emblema se desparrama
con sobrado fervor en torno al hábito
herido y maltrecho.
Luego, más luego,
tienden pisadas
y algo se arrincona en la nuca,
se agolpa, se aplaca, se condensa
piedad en los vericuetos del aire
tanto refugio más breve que cualquier excepción
y apenas si nos queda la remota saliva de ser
tan libres como el dolor.
aguacero de pulmón
nausea de metal
el entramado que desdobla
cuándo dónde desde
Los labios se apilan en tantas urnas de cristal
y los parpados peregrinan los senderos de la savia
Después,
el emblema se desparrama
con sobrado fervor en torno al hábito
herido y maltrecho.
Luego, más luego,
tienden pisadas
y algo se arrincona en la nuca,
se agolpa, se aplaca, se condensa
piedad en los vericuetos del aire
tanto refugio más breve que cualquier excepción
y apenas si nos queda la remota saliva de ser
tan libres como el dolor.
Erbmeitpes
La ulcera en el día de todo grito
por entonces las tinieblas
en el verso de los claustros
No hablo del rubor ni del anzuelo
nos asedian los dientes
Aquí la palabra se rasca
allá la infancia renguea
Se moja la voz pisada,
descuidos del cielo en lo breve,
mejilla de algarrobo que a sombras
la deshacen
Babas y desolación
se sacude la mañana del hueso
algo espanta, pues, la miel en la lluvia
cruje el percal bajo los pies
Alguien sugiere regar los espejos con arpones
Entretanto,
un olvido se inclina sobre mi
(por no decir que se reclina)
El ocaso se respira
en la lagrima de los relojes
Así,
acodada en la penumbra,
se pasea la tibieza
que se barre a sí misma
y mientras la vergüenza
se debate en humillaciones,
la muerte espera de pie.
en el verso de los claustros
No hablo del rubor ni del anzuelo
nos asedian los dientes
Aquí la palabra se rasca
allá la infancia renguea
Se moja la voz pisada,
descuidos del cielo en lo breve,
mejilla de algarrobo que a sombras
la deshacen
Babas y desolación
se sacude la mañana del hueso
algo espanta, pues, la miel en la lluvia
cruje el percal bajo los pies
Alguien sugiere regar los espejos con arpones
Entretanto,
un olvido se inclina sobre mi
(por no decir que se reclina)
El ocaso se respira
en la lagrima de los relojes
Así,
acodada en la penumbra,
se pasea la tibieza
que se barre a sí misma
y mientras la vergüenza
se debate en humillaciones,
la muerte espera de pie.
Otneimicaner
Las calles con nombres propios, un sinnúmero al final.
Los pies mojados de rincones.
Disfraces que (rara vez) disimulan la parcialidad.
El paladar clavado en una espina.
Millones de rostros por cicatrizar.
Unas cuantas creces en medio de la espera.
Cada quehacer pintado a la selva y a la sal.
De acá para allá, un desfile de montículos,
de allá para acá, el ensayo de la inercia.
Echarse, pero de menos,
irse por las ramas a paso ligero sin saber cómo regresar.
Aprender el idioma de las instrucciones cuando ya no es necesario.
Que tal vez rodar por el suelo en medio de una maratón, y darnos manzana a la vuelta.
Sin querer, tragarnos los pelos en medio de esa sonrisa.
El pecho en el pecho, el oído sobre el vientre, y una siesta a toda hora.
Mirar el sol de frente hasta estornudar.
Dar rienda a cuanta cosa sale por las narices.
Así, nos bañamos de humildad y al rato nos manchamos de vergüenza.
Que debajo del asfalto sigue viva la tierra
y húmeda la verdad.
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