domingo, 15 de abril de 2018

ENTREVISTA AL POETA ROBERTO ESPINOSA (TUCUMÁN)

ESCUCHA EL AUDIO:
https://www.youtube.com/watch?v=sQHToP-N6cM&feature=youtu.be

                                          PH Juan Paolini

POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION http://bcnradio.com.ar/

ROBERTO ESPINOSA (TUCUMÁN)

Pedacitos

“Tu palabra recorre todo el espacio
y llega a mis células que son mis astros
y va a las tuyas que son mi luz”.
Frida Kahlo

Cuando ella junta pedacitos de vida
entre sus manos,
su corazón aletea bajo la lluvia.
Ella ovilla los sueños en un rincón.
Rueda por las geografías del instante.
Esconde la tristeza en los bolsillos de las gotas.
Mojada de ternura, sus dedos repasan la pasión
por la piel de la memoria.
Ella rehila el amor detenido entre sus pechos.
Cosecha la luz entre las hojas de un sauce,
desplegando un arco iris en su cuerpo.

Van Oise

Domingo, 27 de julio de 1890. Auvers-sur-Oise.
Soledad, angustia, locura, desamor
le van descentrando los ojos del alma.
Por la tarde salen sus pasos.
La muerte trastabilla en los trigales.
Graznidos de cuervos estropean el silencio.
Pensamientos agitados deambulan
sin brújula.
“Querido Theo: Nosotros, los artistas,
no somos más que cántaros quebrados...”
Preguntas sin respuestas.
El cielo gira en sus pupilas.
Nubes se sientan en su frente.
La sangre bulle.
Una pistola danza nerviosa entre las manos.
El gatillo cede.
Reventón de pájaros en el trigal.
La bala desacomoda el corazón.
En el campo que se abre como mano tendida,
ha comenzado a respirar el verano,
mientras los pinceles de Vincent van Gogh
siguen inundando la eternidad.

Acordes de Baco

Esa mano que se aprieta,
que abraza soledades.
Ese poema escanciado
en la boca de la noche.
De una mujer.
En el ombligo del silencio.
Ese bandoneón apiadado en tangos
que alborota carcajadas y desdichas.
Desvelos asombrados en canto.
Insomnios atropellados en una esquina.
Alegría estallada en una mesa fraterna.
En los acordes del vino,
el tiempo se confiesa
con la vida.
El amor
y la muerte.

1976

La patria es una canción
que se cuelga de mi piel
para proyectarme la dulzura de la entrega.
Aída Villegas

Sombras. Presagios. Nocturnidad.
Sirenas bailan su locura en la desesperanza.
Gritos. Golpes desgarran el aire. Las utopías.
Se desmiembran los sueños. Botas. Fusiles.
Capuchas. Picanas. Taladran la carne.
Las manos. Los ojos. El silencio.
Ecos de muerte intoxican la inocencia.
La arrastran al pozo de la nada.
Vendas que apelmazan el dolor.
Alaridos de mujeres, hombres,
adolescentes perforan el alma
de una noche inacabable.
Pañuelos reclaman aullantes
ausencias en comisarías. Plazas.
Despachos militares.
Cuerpos inertes. Con vida.
Caen con tobillos empedrados en ríos.
Diques. Fosas comunes.
Un pueblo bajo sospecha. Indefensión.
Electricidad que estalla vaginas.
Bebés de madres muertas que se venden. 
Se regalan.
Fusilamientos. Simulacros.
Tortura que guadaña ideas.
Sentimientos. Quimeras.
El holocausto tiene el sello de los dueños 
de Dios. De la patria.
Algo habrán hecho, es el argumento.
Argentina es derecha y humana,
dicen militares. Marinos. Aeronáuticos.
El que piensa distinto, desaparece.
Miedo. Terror. Sepultan la luz en los corazones.
Entierran la vida. 
1976. La libertad es un colibrí ciego
que aletea desamparado en el horror. 
En la muerte.




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