jueves, 7 de septiembre de 2017

ENTREVISTA AL POETA DANIEL CALABRESE (BUENOS AIRES / CHILE)

ESCUCHA EL AUDIO:
https://www.youtube.com/watch?v=KuZyDWzj4wQ


POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION http://bcnradio.com.ar/

DANIEL CALABRESE (BUENOS AIRES / CHILE)

LAS DIFERENCIAS ENTRE MI PADRE Y KEROUAC

Mi padre nació un año después,
muy lejos, casi a la orilla de esta ruta.

Kerouac no tuvo, a su vez, un padre
nacido en altamar, como mi abuelo.

Y para qué iba a escribir poesía, mi padre.
En cambio Kerouac, entre católico y budista,
excedía todas las fronteras.

Papá tenía una bicicleta roja: eso es viajar.

Uf, ambos detestaron el comunismo.

Creo que si un cruce misterioso
los hubiese reunido en la mesa de algún bar
se habrían reído mucho.

Pero mi padre, que era peronista,
se emborrachó una sola vez
en toda su vida.

CERCA DEL PUERTO

Pasan los camiones.
Se llega a mezclar el humo del gasoil quemado
con la llovizna fresca de la costa.

No hay poemas perfectos
como el sol, como la sombra.

Y menos que hablen de lugares
cercanos a este puerto donde hace frío,
donde se apilan contenedores blindados
para la gente inestable y para las ratas.

Pasan las dos mitades de un perro.
La primera lleva una cabeza normal, asustada,
la otra se disipa entre la niebla y la sarna.
En la estación lo bañaron con parafina,
seguro que fue el tuerto que limpia los vidrios,
quizás le regaló un pedazo de pan
y le ordenó: ¡basta de morderte!

Que no se turbe el sueño de Pound.
Si los clásicos ya tuvieron épocas
de mayor circulación en América,
al menos aquí, cerca del puerto,
entre la maquinaria envenenada
por la mierda de las gaviotas
(donde pasan las mitades de un perro
esquivando esos camiones de carga),
ya nadie hace las cosas perfectas
como el sol, como la sombra.

CALLE UNO, FIAT LUX

Callejón Fontana.
Arriba dice «tus sueños»
(debajo de «frágil»)
y una mujer pequeña está mirando
las hojas caídas de un sauce, arremolinadas,
bailando para ella.

Tanto trabaja el amor que algunas veces
da en el blanco, piensa.
Lleva un atado de clavelinas,
apenas se mueve y la vida la roza.

Otros murieron, ella no.
Todavía no.

Algunos agitan la vida como si pasara un tren.
Para esos fue necesaria más muerte
que la de costumbre.

Para otros, en cambio,
basta con una muerte fina, tenue,
apenas más intensa que el olvido.

Más arriba dice fiat lux.
La mujer pequeña mira su mano izquierda,
deja el ramo, levanta la vista,
controla el reloj del panteón
y se aleja mirándose los pies
hacia la reja de salida.

MÉTODO PARA CALCULAR EL TIEMPO

Los que viven a este lado de la ruta
saben de compensaciones:
cada vez que alguien pasa rumbo al Sur
anotan la hora exacta
y dejan caer una piedra en el vacío del ser.

Quienes viven del otro lado
conocen la polaridad:
cada vez que alguien pasa en sentido contrario,
de regreso,
anotan lo mismo,
pero sacan una piedra del vacío del ser.

Así unos llenan su vacío
y otros lo despejan.

Cada cierto tiempo,
los que han llenado su vacío
cruzan por el puente viejo (que era nuevo)
y esperan con paciencia
a que pasen los regresadores del Sur,
uno tras otro,
hasta que el vacío es total.

CEDA EL PASO

Hay que tener cuidado con las señales.
Este es un pueblo chico y siempre
ocurren algunas historias sencillas.

No falta el que bebe, como cree
que bebería Dylan Thomas si viviera,
y luego llega a su casa a medianoche
con los zapatos raspados, apuntando
una llave temblorosa con la mano.

Va dejando así una marca de luz
que permanece hasta que la borran
los faros de un automóvil
o simplemente se diluye en la humedad.

No falta el que bebe y después dice
que leyó completo En busca del tiempo perdido,
sí, completo, las siete novelas,
y que lloró al amanecer
frente a un mapa de Londres.

Tengan cuidado,
en la ruta de la entrada
suele cruzarse a veces un caballo,
algún rencor,
un árbol perdido.

Esto no es más que un pueblo chico,
aburrido y violento.



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