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https://www.youtube.com/watch?v=WJUgxTtSiSg
POETAS ARGENTINOS: ENTREVISTA CLAUDIA AINCHIL. PRODUCCIÓN CAMILA SUNICO. OPERACIÓN TÉCNICA: BCNRADIO. LOS MARTES DE 20 A 21 HS. POR LA RADIO DE LA BIBLIOTECA DEL CONGRESO DE LA NACION http://bcnradio.com.ar/
ALFREDO LUNA (CATAMARCA)
EL SILENCIO LATE COMO PIEDRA CONVULSA
A Lucía Carmona
en la Poesía, montaña ondulante,
algo es posible;
pero la lengua es el cuchillo de lo que no puede decir.
como un errante escalofrío
el lenguaje cristaliza.
cuánto debo morir, entonces,
para que suceda el poema?
COMO LOS ÁRBOLES, NO PODEMOS HUIR
ese tiempo, cuando tu cuerpo era
una tempestad espléndida de proezas fabulosas,
no pude resistir la tentación de mirar el universo
con ojos de árbol y nube: me colma
la embriaguez de esos días demorados.
yo, diosa en trance, persisto
implorando pan y socorro
Tú, a lo lejos, eres la parte más sombría de mi fe.
CLAUDIA MASIN (CHACO)
La helada
Quien fue dañado lleva consigo ese daño,
como si su tarea fuera propagarlo, hacerlo impactar
sobre aquel que se acerque demasiado. Somos
inocentes ante esto, como es inocente una helada
cuando devasta la cosecha: estaba en ella su frío,
su necesidad de caer, había esperado
-formándose lentamente en el cielo,
en el centro de un silencio que no podemos concebir-
su tiempo de brillar, de desplegarse. ¿Cómo soportarías
vivir con semejante peso sin ansiar la descarga,
aunque en ese rapto destroces la tierra,
las casas, las vidas que se sostienen, apacibles,
en el trabajo de mantener el mundo a salvo,
durante largas estaciones en las que el tiempo se divide
entre los meses de siembra y los de zafra? Pido por esa fuerza
que resiste la catástrofe y rehace lo que fue lastimado todas las veces
que sea necesario, y también por el daño que no puede evitarse,
porque lo que nos damos los unos a los otros,
aún el terror o la tristeza,
viene del mismo deseo: curar y ser curados.
Sol
Es de eso que estamos enfermos: noches donde el aire debió ser
como de cristal, así de delicado y evanescente para todos,
pero para algunos fue un humo negro, traído desde el fondo de los basurales, desde esa órbita del dolor que gira alrededor de un cuerpo
cuando está malnutrido y tiene miedo de lo que puede venir a lastimarlo,
porque hasta la hoja seca que trae el viento
es filosa como la cuchilla del matadero para quien no tiene
manera de defenderse. Es de eso: de los males que se depositaron
como granos de arena a lo largo de los días,
hasta que desataron por acumulación una catástrofe
que pareció espontánea, caída por sorpresa.
No hay desastre que no nos haya rozado antes
en forma de tristeza, pero si no es nuestra tristeza seguimos adelante,
como si no nos hubiera pasado así de cerca. Ay de la ingenuidad
con que a veces pensamos que la indiferencia protege:
es un techo lleno de goteras que va a quedar deshecho
cuando caiga un temporal lo suficientemente fuerte sobre nuestra casa,
que no es un rancho abandonado a su suerte
allá donde no alcanza la vista, pero que tiene las raíces carcomidas
aunque aparente ser un árbol robusto.
A la hora en que algo se desploma,
da igual si parecía hermoso y fuerte. Es de eso
que estamos enfermos: de los días felices,
resplandecientes de verano donde no faltaba nada, y crecíamos
mezquinos y soberbios hacia el sol, sin preocuparnos
por la sombra que dábamos,
sobre quiénes caía, de qué luz los privaba.
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